Parroquia La Milagrosa (Ávila)

domingo, 17 de mayo de 2015

Eternizar la vida (Martes de la 7ª Semana)


Padre, glorifica a tu Hijo
(Juan 17, 1-11a)

Estas palabras de Jesús que acabamos de escuchar son el comienzo de lo que se llama la oración sacerdotal de Jesús, oración que pronunció cuando estaba ya próximo a la consumación de su ofrecimiento total por nosotros. En ella, oración y vida son una misma cosa. En su oración Jesús ruega primero por sí mismo, como hacemos nosotros también. Jesús lo hace en actitud sumisa, en situación de necesidad, como cualquier hombre necesitado ante Dios. Y pide ser glorificado por el Padre.

Pero Jesús entiende la gloria de una manera completamente distinta a la nuestra. La gloria que Jesús pide para sí es la misma gloria que Él desea ofrecer al Padre y que consiste en dar la vida eterna a los hermanos que el Padre le ha confiado, es decir, a nosotros. La gloria de Cristo y la gloria de Dios se alcanzan cuando llegamos a tener una vida auténticamente humana y divina, vida sin fin ya desde ahora. Por eso Jesús, en su oración, además de orar por sí mismo, ora también por nosotros, para que lleguemos a conocer al Padre y a su enviado, Jesucristo.

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