Parroquia La Milagrosa (Ávila)

jueves, 30 de abril de 2015

Iglesia, servidora de los pobres


La CV reunión de la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española se clausuró el pasado viernes, 24 de abril, en Ávila con la aprobación de la Instrucción Pastoral Iglesia, servidora de los pobres.

En este documento, los obispos quieren compartir, con los fieles y con quienes deseen escuchar su voz, su preocupación ante el sufrimiento generado por la grave crisis económica, social y moral que afecta a la sociedad española y su esperanza por el testimonio de tantos miembros de la Iglesia que han ofrecido lo mejor de sus vidas para atender a quienes más sufrían las consecuencias de la crisis.

Estructurada en cuatro partes, la Instrucción pastoral comienza analizando la situación social actual y los factores que están en su origen y lo explican. Seguidamente enumeran los principios de la Doctrina social de la Iglesia que iluminan la realidad y ofrecen su propuesta desde la fe.

Comunicado de la JOC y la HOAC ante el 1º de mayo


No vivimos tiempos de recuperación laboral y social en nuestro país cuando hay más de 12 millones de pobres, mientras que la riqueza de los más ricos sigue aumentando. Prsisten tasas desempleo superiores al 23%, y la precariedad laboral es cada vez mayor. El 90% de los empleos creados en los últimos años son temporales, y muchos a tiempo parcial. Los trabajadores pobres superan ya el 12%.

MIRAR EL PASADO, LUCHAR EL PRESENTE, CONSTRUIR EL FUTURO
Comunicado de la JOC y la HOAC ante el 1º de mayo 

Celebramos un año más el 1 de mayo, día festivo y reivindicativo para el movimiento obrero en todo el mundo, y día también de celebración en nuestra Iglesia, fiesta de San José Obrero, trabajador que nos mostró la dignidad de ser un obrero, herencia que compartió con el propio Jesús. 

Para la Juventud Obrera Cristiana (JOC) y la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), movimientos de militantes obreros cristianos, este día es especial por doble motivo. Como trabajadores, porque lo celebramos codo con codo con nuestros hermanos para que se realice de una vez la dignidad que no vemos reconocida, y como cristianos, porque en Jesús obrero tenemos el mejor fundamento de poder conseguir la utopía que anhelamos: una sociedad de hermanos donde todos y todas podamos tener un trabajo digno que nos permita nuestro sostenimiento y el de nuestras familias, nuestra realización personal y nuestra contribución a esa sociedad mejor (CV, 63). 

Celebramos este 1º de mayo MIRANDO AL PASADO. Esta fiesta nació a finales del siglo XIX, en París. Se concibió como jornada de lucha reivindicativa y de homenaje a aquellas y aquellos que murieron por reivindicar los tres 8 -8 horas de trabajo, 8 de descanso y 8 para la relación social- y marcó un punto de inflexión en el movimiento obrero mundial, de manera que el 1 de mayo quedó consagrado como día para manifestar la inalienable dignidad del trabajador frente al capital. Hoy nos seguimos preguntando ¿cuántas movilizaciones seguirán siendo necesarias para que se acaben aceptando las más justas reivindicaciones del mundo del trabajo? ¿Cuántas más para que recobremos la conciencia de la dignidad de las personas como lo más sagrado? 

La Iglesia hemos ido acompañando a lo largo de la historia los procesos de cambio, intentando iluminar desde la fe los acontecimientos y la realidad social cambiante. Quizá muchas veces con nuestras sombras, en forma de tibieza, de confusión o de diagnósticos equivocados. A la vez también, con indiscutibles llamadas y manifestaciones en defensa de la dignidad de las personas: “Cuando la vida social –también el trabajo- pone en el centro al dinero, y no a la persona, negamos la primacía del ser humano sobre las cosas, negamos la primacía de Dios” (Evangelii Gaudium 55). 

Hoy nos encontramos con graves situaciones de desempleo, desigualdad, pobreza y precariedad, en todo el mundo. Son signo y consecuencia de una forma de hacer y funcionar en la que la lógica prevalente es la del dinero, no la de procurar garantizar el bien-ser o bien-vivir de todas las personas. 

El último informe Foessa indica cómo la crisis está causando un riesgo de falta de cohesión social en España que se ha fundamentado en estos últimos años en el incremento de la desigualdad, el aumento del desempleo, el descenso de los sistemas de protección social, el desgaste de los mecanismos de protección familiar, las desigualdades territoriales y las dificultades recaudatorias, debidas a la economía sumergida y el fraude fiscal. 

Cuando observamos esta realidad, no podemos olvidar, como dice el Papa Francisco, que “el desempleo es consecuencia de un sistema globalizado en el cual el dinero es el ídolo y el único que manda”, o que “se descarta a los jóvenes y a los ancianos”. 

No vivimos tiempos de recuperación laboral y social en nuestro país cuando:
  • hay más de 12 millones de pobres, mientras que la riqueza de los más ricos sigue aumentando.
  • persisten tasas desempleo superiores al 23%, y la precariedad laboral es cada vez mayor.
  • el 90% de los empleos creados en los últimos años son temporales, y muchos a tiempo parcial
  • los trabajadores pobres superan ya el 12%.
  • En 1.700.000 familias, ninguno de su miembros tiene empleo y más de 700.000 no tienen ningún ingreso.
  • más de la mitad de los desempleados (55,71%) ya no cobra ningún tipo de prestación.
  • los desahucios siguen siendo una lacra para tantas familias arruinadas. Según el INE, fueron 184 al día en 2013, y se incrementaron un 7,8% en 2014.
  • la mitad de los y las jóvenes están en desempleo, muchos abocados a la emigración forzosa, ocupando puestos de cualificación inferior a su nivel de estudios...
  • las personas inmigrantes engrosan la bolsa de la economía sumergida y tienen los peores salarios.
  • la brecha salarial entre ambos sexos sigue aumentando, (...)

Esta situación, estos datos, son fuente de indignación y de dolor. También son una llamada a nuestra conciencia. No se puede construir un mundo que camine hacia la igualdad y la justicia desde las premisas sobre las que funciona nuestra economía nacional e internacional, nuestras relaciones laborales, nuestro funcionamiento social. No hay remedio si no empezamos a poner a las personas y a las familias, especialmente a las más empobrecidas y castigadas, en el centro. Por eso queremos LUCHAR EL PRESENTE, tratando de ser alza-voz del sufrimiento y las esperanzas de tantas personas trabajadoras y sus familias “He oído el clamor de mi pueblo” (Ex 6,5)

En el mundo obrero y del trabajo necesitamos que se promuevan políticas:
  • que recuperen el sentido humano del trabajo,
  • que promuevan trabajo digno,
  • que pongan sus objetivos en erradicar la pobreza y la desigualdad,
  • que fomenten una verdadera participación ciudadana,
  • que defiendan los derechos sociales como un deber de justicia,
  • que defiendan la vida en todas sus etapas.

Ante esta situación recordamos las recientes palabras del Papa Francisco: "No es suficiente con que los pobres recojan migajas que caen de la mesa de los ricos, hay bienes básicos como la tierra, el trabajo y la casa, además de servicios públicos como salud, educación, seguridad o medio ambiente, de los que ningún ser humano debería quedar excluido (...). Mientras no se logre una distribución equitativa de la riqueza, no se lograrán resolver los males de la humanidad". (Acto inaugural de la VII Cumbre de las Américas).

Y como seguidores de Jesús de Nazaret en su Iglesia y como testigos de la resurrección, anunciamos la esperanza como programa de acción. Esperanza que nos ayude a cambiar la manera de sentir, pensar y actuar, superando los viejos planteamientos capitalistas del beneficio como único motor posible de la historia, para ir alumbrando y CONSTRUYENDO EL FUTURO, como ya ocurre en muchas partes, alternativas que vayan generando una nueva realidad desde la dignidad y la fraternidad donde la persona sea lo primero.

Juventud Obrera Cristiana (JOC) y la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC)

Recibir la paz (Martes de la 5ª Semana)


Mi paz os doy
(Juan 14, 27-31a)

En la sobremesa de la Última Cena, Jesús deja a sus discípulos el regalo de su paz, que no es una paz como la del mundo. Pero en ese momento, en vísperas de la Pasión, los discípulos no son capaces de recibir la paz del Señor. Por eso, Jesús se la ofrecerá de nuevo después de la Resurrección. Paz a vosotros fue el saludo de Cristo Resucitado en cada una de sus apariciones.

La paz que nos regala el Señor es el resumen de todos los bienes del reino de Dios: se basa en una relación amistosa y filial con Dios mismo que sirve de fundamento a una relación fraterna con los miembros de la comunidad eclesial. Esta paz del Señor no es simple serenidad psicológica ni necesita tampoco las cómodas condiciones de vida que nos proporciona la prosperidad. Menos aún tiene que ver con la paz política basada en el poder, en el dominio o en la guerra. Es una paz del corazón que se apoya en el amor y en la fuerza de Dios, capaz de salvarnos de los mayores peligros, y en el esfuerzo esperanzado por formar una comunidad basada en los valores del reino de Dios. Pidamos al Señor que prepare nuestros corazones para recibir su paz.

Escuchar el corazón (Lunes de la 5ª Semana)


El Espíritu Santo os enseñará y os recordará todo lo que os he dicho
(Juan 14, 21-26)

El Espíritu Santo ejerce el principal Magisterio en la Iglesia. No habla solamente a unos privilegiados. Jesús nos lo ha prometido a todos. San Ignacio de Loyola es un ejemplo muy claro. Siendo todavía un soldado desgarrado y vano, sintió la voz del buen Espíritu, como él lo llamaba, mientras convalecía de su herida en la pierna. Y decidió seguir aquella voz que lo llenaba de una gran paz. Durante toda su vida siguió a la escucha del Espíritu Santo. Y se dejaba guiar por Él.

Esta escucha del Espíritu, que se lleva a cabo en la oración, la condensó en el libro de los Ejercicios Espirituales, que, como su mismo nombre lo indica, no es un libro para leer, sino para ponerlo en práctica, disponiéndose, en la oración, para que el Espíritu Santo nos recuerde y nos explique las palabras de Jesús, que ahora están en el Evangelio, aplicadas a cada uno de nosotros en las circunstancias concretas de nuestra vida. Ésta es la manera como podemos escuchar en nuestro corazón la Palabra viva del Señor.

miércoles, 29 de abril de 2015

Experiencia original (Sábado de la 4ª Semana)


Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre
(Juan 14,7-14)

Tres años habían vivido los discípulos en una gran cercanía e intimidad con Jesús. Le habían visto actuar, le habían escuchado cuando hablaba a las multitudes y cuando les hacía ciertas confidencias. Pero aún no conocían a fondo a su Maestro. Jesús se lo dice abiertamente: Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Si me conocierais: todavía estaban lejos de conocerle de verdad.

Ésta es probablemente también nuestra situación: tampoco nosotros conocemos a fondo su persona, sus pensamientos, sus sentimientos. Son tan distintos de los nuestros y nos superan tanto en riqueza, en profundidad, en generosidad, que es normal que no lleguemos a conocerlo plenamente. Pero esto no debe consolamos del poco conocimiento que podemos tener de la persona de Cristo, al contrario, debe aumentar nuestro deseo de ir descubriendo cada día nuevos aspectos de esta personalidad tan rica que es igual a Dios. Felipe (y aquí podemos poner cada uno nuestro nombre), quien me ha visto a mí, ha visto al Padre. 

Ver y conocer a Cristo es el supremo conocimiento. En el lenguaje de la teología hemos expresado esta experiencia original del Nuevo Testamento diciendo que Jesús es el sacramento de Dios; la vida histórica de Jesús es la parábola viva del Padre. En la oración, ¿trato de  revisar mi propia experiencia religiosa confrontándola con lo leído en la Palabra?: ¿Qué dice el texto? ¿Qué me dice a mí? ¿Puedo confesar personalmente que para mí Jesús es el sacramento vivo de Dios Padre? ¿Qué revela  de mi mismo este evangelio? ¿Qué me pide que haga?

Solidaridad con Nepal


El terremoto que ha sacudido Nepal este fin de semana ha dejado en una situación muy difícil a más de 2 millones de niños y niñas, que necesitan urgentemente agua, cobijo, protección y servicios de salud. La situación del país, uno de los más pobres del mundo, no era buena antes del terremoto y actuar con rapidez es fundamental para que los derechos de la infancia afectada no se vean vulnerados.

¡Anima a tu clase a expresar sus buenos deseos para los niños y niñas de Nepal! Una antigua tradición tibetana son las banderas de plegarias, que dan buena suerte y prosperidad a quien las contempla: os proponemos plasmar en ellas vuestros buenos deseos para los afectados por el terremoto y colocarlas en un lugar visible para no olvidarnos de la infancia de Nepal.

Una presencia en camino (Viernes de la 4ª Semana)


Yo soy el camino, la verdad y la vida
(Juan 14, 1-6)

Los primeros cristianos tenían conciencia de estar practicando un nuevo estilo de vida a la manera de Jesús, no tanto de pertenecer a una nueva religión. Por eso llamaban el camino a la nueva realidad que estaba tomando cuerpo en las comunidades cristianas. Lo primero para ellos no era vivir dentro de una institución religiosa, sino aprender a vivir como Jesús en este mundo.

La meditación de la palabra nos lleva a la contemplación de la vida personal y colectiva a través de esa triple personificación: el camino, la verdad, la vida. Nos invita a penetrar en el significado personal de esa afirmación evangélica. ¿Hasta que punto Cristo mismo es la medida de mi vida? ¿Hasta que punto ha penetrado en mis sentimientos, comportamientos y actitudes? Puedo  agradecer el camino recorrido, la vida recibida, la verdad descubierta…

La llamada de Jesús nos sitúa frente a una encrucijada. Cristiano es la persona que va descubriendo en Jesús el camino más acertado para vivir, la verdad más segura para orientarse en la vida. De poco nos sirve decirnos miembros de tal grupo o de tal otro. La opción que hemos de hacer es otra: o nos organizamos la vida a nuestra manera o aprendemos a vivir como Jesús. Tenemos que elegir entre indiferencia por los que sufren o compasión bajo todas sus formas; entre bienestar sólo para mí y los míos o un mundo más humano para todos; entre intolerancia y exclusión contra quienes son diferentes o actitud abierta y acogedora con todos; entre olvido de Dios o comunicación confiada con el Padre de todos.  

martes, 28 de abril de 2015

Amor, vida, muerte (5º Domingo de Pascua)


El que permanece en mí y yo en él, ese da fruto
(Juan 15, 1-8)

La vid o la viña es el símbolo de Israel como pueblo de Dios. Frente a aquel pueblo que había sido infiel a Dios a lo largo de la historia, Jesús funda un nuevo pueblo, una comunidad humana nueva, verdadero pueblo de Dios, cuya identidad le viene de la unión con Jesús, que le comunica incesantemente el Espíritu, y el fruto de su actividad depende de ella.

Pero Jesús no ha creado un círculo cerrado, sino un grupo en expansión: todo miembro tiene un crecimiento que efectuar y una misión que cumplir. El fruto es el hombre nuevo, que se va realizando, en intensidad, en cada individuo, en la comunidad  y, por la propagación del mensaje, en los de fuera. 

El sarmiento no produce fruto cuando no responde a la vida que recibe y no la comunica a otros. En la alegoría, la sentencia toma el aspecto de poda. Pero esa sentencia no es más que el refrendo de la que cada uno se ha dado: al negarse a amar y no hacer caso al Hijo, se coloca en la zona de la reprobación de Dios. El sarmiento que no da fruto es aquel que pertenece a la comunidad, pero no responde al Espíritu; el que come el pan, pero no se asimila a Jesús.

Quien practica el amor tiene que seguir un proceso ascendente, un desarrollo, hecho posible por la limpia que el Padre hace. Con ella elimina factores de muerte, haciendo que el discípulo sea cada vez más auténtico y más libre, y aumente así su capacidad de entrega. Pretende acrecentar el fruto: en el discípulo, fruto de madurez; en otros, fruto de nueva humanidad. El sarmiento no tiene vida propia, necesita la savia, es decir, el Espíritu comunicado por Jesús. 

El fruto está en función de la unión con él, de quien fluye la vida. Sin estar unido a Jesús, el discípulo no puede comunicarla (sin mí no podéis hacer nada). El porvenir del que sale de la comunidad por falta de amor es «secarse», es decir, carecer de vida. El final es la destrucción (los echan al fuego y se queman). La muerte en vida acaba en la muerte definitiva. Qué bien lo había entendido Juan en su carta cuando sentencia: «Y este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros, tal como nos lo mandó». El amor es lo único que conduce a la vida verdadera y definitiva.

lunes, 27 de abril de 2015

¿Entiendo la praxis del servicio? (Jueves de la 4ª Semana)


Felices seréis si practicáis lo que yo he hecho por vosotros
(Juan 13,16-20)

Lavar los pies era un trabajo de esclavos. La ley rabínica prohibía expresamente al rabino exigir tal servicio de sus discípulos. Por eso, en la Última Cena nadie se levantó a lavar aquellos pies sucios del polvo de las calles y caminos. Jesús sí lo hizo, porque vivía despojado de su rango de Hijo de Dios y tenía plenamente asumida su condición de servidor. Servir era su profesión principal: para eso había venido. A demás, quería dar un ejemplo muy claro a sus discípulos, a los que habían de ser sus enviados, los portadores de la Buena Noticia. Porque anunciar que estamos llamados a servir es una buena noticia. Jesús lo dice expresamente: Puesto que ya sabéis lo que he hecho con vosotros, seréis felices si lo ponéis en práctica.

El ejemplo de Jesús instruye y fortaleza a los discípulos. Los prepara para afrontar las dificultades. Tendrán que vivir la traición, como Jesús mismo sufrió la deslealtad de su discípulo Judas. Jesús prepara a los discípulos para el futuro y los previene. Les confiere la certidumbre de la identificación con él: el que los recibe a ellos, en realidad, lo recibe a él, el que lo recibe a él, recibe, en realidad, al Padre.

La bienaventuranza de Jesús sobre la praxis de sus gestos nos confronta con nuestra actitud. Nos  escudriña sobre nuestros sentimientos de dicha en el seguimiento de la praxis servicial de Jesús. ¿Entiendo yo la praxis del servicio? ¿La continúo en mi vida como actitud permanente? ¿Cuáles  son mis luchas por el poder clerical, laical, conyugal o familiar?

domingo, 26 de abril de 2015

El puente entre orillas (Miércoles de la 4ª Semana)


El que me ve a mí, ve al que me ha enviado
(Juan 12, 44-50)

Para la mayoría de los seres humanos Dios es un ser lejano. Muchos de los que hoy creen en Dios sólo alcanzan a decir de Él que tiene que haber Algo. Algo muy por encima de nosotros. Pero resulta muy difícil relacionarse con Algo, por muy grande que sea. Dicho con otras palabras, la orilla de la humanidad y la de la divinidad son dos orillas muy alejadas una de otra. Para nosotros era imposible llegar a la otra orilla. Pero una persona ha juntado esas dos orillas situadas a una distancia infinita: esa persona es Jesús.

Por eso Jesús es nuestro verdadero y único Pontífice, el que con su misma persona ha hecho un puente entre Dios y los seres humanos: Jesús está en Dios y al mismo tiempo está con nosotros. Hoy nos lo recordaba con estas palabras: El que me ve a mí, ve al que me ha enviado. Lo que yo hablo, lo hablo como me ha encargado el Padre. Oírle hablar a Jesús es oír las palabras mismas del Dios infinito que es Amor. Y, cuando creemos en Jesús, estamos creyendo en el Dios infinito que antes se nos hacía tan lejano. Hoy damos gracias a Dios por el puente que nos ha tendido en la persona de su Hijo.

sábado, 25 de abril de 2015

La gran revelación (Martes de la 4ª Semana)


Yo y el Padre somos uno
(Juan 10, 22-30)

La modestia de Jesús, su sencillez, su falta de ambición personal desconcertaba a muchos judíos, que por otra parte le habían oído hablar y le habían visto actuar. Por eso llegan a pedirle que les diga abiertamente si Él es el Mesías. La respuesta que reciben -y la que también recibimos nosotros- es más clara y atrevida que la misma pregunta: Yo y el Padre somos uno. Con otras palabras: Yo soy Dios, igual que el Dios único y uno con Él.

Quienes pedían claridad la tienen. Jesús no esquiva la respuesta, porque para eso ha venido, para revelar al Padre y para anunciamos que en El ya hemos encontrado a Dios. Nos lo dice con toda claridad, a sabiendas de que esa claridad le va a costar la vida. Los judíos y nosotros teníamos que estar preparados para recibir esta gran revelación porque conocíamos las grandes obras que Jesús había realizado y le conocíamos a Él. Pero también puede haber ambiciones y prejuicios que impiden creer, como les sucedió a algunos judíos.  

viernes, 24 de abril de 2015

Una entrega total (Lunes de la 4ª Semana)


Yo soy la puerta de las ovejas
(Juan 10,1-10)

Jesús es el buen pastor que da la vida por sus ovejas porque son suyas. La postura de Jesús no es pura heroicidad o desprecio del peligro: Jesús tembló y sudó sangre ante la muerte que le esperaba. Pero no retrocedió, porque las ovejas eran suyas, como puede serlo un hijo para una madre y para un padre. Y, porque eran suyas, no podía dejarlas solas en el peligro.

Jesús llama esta actitud suya entregar la vida: Yo entrego mi vida para poder recuperarla. En esto consiste la Pascua de Jesús. Es una entrega total. Pero no es una entrega suicida. Puede entregar su vida porque sabe que la va a recuperar. Y, al mismo tiempo, la esperanza de la vida eterna no lo aleja de los suyos, sino que lo acerca más a ellos, hasta compartirlo todo con ellos, incluso su misma muerte. Así nos da ejemplo el Señor de cómo ha de ser nuestra Pascua: ha de ser una esperanza en recuperar la vida que nos anime a entregar nuestra vida a favor de los hermanos. La Eucaristía es el sacramento de la entrega y la resurrección, también de la nuestra, unida a la de Cristo.

jueves, 23 de abril de 2015

Solo lo que se da se gana (Domingo 4º de Pascua)


Yo doy mi vida por las ovejas
(Juan 10,11-18)

El evangelista Juan presenta a Jesús como «buen pastor», o por dar una traducción más adecuada, como «modelo de pastor». El pastor modelo se define porque da su vida en función de las ovejas. Quien no ama a las ovejas hasta ese extremo no es buen pastor. El pastor aparece en el evangelio de hoy por oposición al asalariado o mercenario que apacienta a las ovejas por dinero; el asalariado cuando viene el peligro (lobo) deja que mueran las ovejas.

La relación del pastor-Jesús con las ovejas-pueblo es una relación personal y recíproca de conocimiento profundo e íntimo. Conocer a Jesús significa experimentar su amor e identificarse con su persona y actividad. Esta relación de conocimiento-amor es tan profunda que Jesús la compara a la que existe entre él y el Padre, basada también en la comunidad de Espíritu, creadora de unidad.

Jesús al entregarse a sí mismo hace suyo el dinamismo de amor del Padre y de esta manera realiza su condición de hijo, adquiriendo la plenitud del propio ser. La demostración continua de amor del Padre se realiza en la presencia y actividad incesante del Espíritu en Jesús y se manifiesta en su obrar.

Como Jesús, quien se da a sí mismo por amor no lo hace con la esperanza de recobrar la vida como premio a ese sacrificio, sino con la certeza de poder tomarla de nuevo, por la fuerza del amor mismo. Donde hay amor hasta el límite hay vida sin límite, pues el amor es fuerza de vida. Dar la vida significa creer hasta el fin en la verdad y potencia del amor.

Jesús afirma su absoluta libertad en su entrega. Nadie puede quitarle la vida, él la da por propia iniciativa. Indica así que, aunque sean las circunstancias históricas las que van a llevarlo a la muerte, eso puede suceder porque él ha hecho su opción de llegar hasta el fin.

El Padre, que ama a Jesús, le deja plena libertad; como Hijo, Jesús dispone de sus actos. La relación entre Jesús y el Padre no es de sumisión, sino de amor. El mandamiento del Padre no es una orden, sino un encargo; formula el designio común del Padre y Jesús, que nace de su comunión en el Espíritu. El término mandamiento esta usado en oposición a los muchos que recibió Moisés; Jesús tiene uno solo, el del amor, el mismo que será propuesto a la humanidad. 

El valor de la Palabra (Sábado de la 3ª Semana)


Señor, tú tienes palabras de vida eterna
(Juan 6, 60-69)

Jesús se da cuenta de que su discurso sobre la necesidad de comer su cuerpo y beber su sangre ha producido dudas y vacilaciones, incluso entre sus mismos discípulos. Su respuesta es que todo esto sólo se puede comprender y practicar rectamente con la ayuda del Espíritu Santo. El Espíritu es quien da vida -les dice-, la carne no sirve de nada, incluso la carne del cuerpo de Jesús, que, como la nuestra, era una carne mortal. Para alimentamos con provecho de la carne y la sangre de Cristo, tenemos que hacerla en el Espíritu, es decir, con la ayuda del Espíritu Santo.

El Espíritu nos ayuda a comulgar con la fe firme de que el que nos da su cuerpo como comida ha subido adonde estaba antes, y está ahora con el Padre. El Espíritu nos infunde la esperanza de que esa comunión va a ser para nosotros alimento de vida eterna. Y, finalmente, como decimos en la Misa, el Espíritu es el que puede congregar en la unidad a cuantos participamos del Cuerpo y Sangre de Cristo. Así, con la ayuda del Espíritu, nuestras misas y comuniones serán mucho más que un simple rito o una simple devoción.
Fuente



A los que crean, les acompañarán estos signos

(Marcos 16,15-20)

Hoy es el día de san Marcos. Celebrar esta fiesta es un motivo de gozo. Y más este año que nos está acompañando en la lectura dominical. El párrafo que sigue es una síntesis del artículo mayor de Enric González publicado en El País, el pasado 1 de marzo. Si alguien como él, que se define como no creyente, se declara profundo admirador de su obra, más motivos tenemos nosotros, creyentes, para sentir un profundo agradecimiento a quien puso por primera vez negro sobre blanco la vida de Jesús. De la admiración al agradecimiento. 


Construir un relato no es nada fácil, aunque se trate de contar algo realmente acontecido y dispongamos de datos fiables. Incluso si el narrador ha sido testigo ocular de lo que cuenta, necesita atar cabos sueltos, explicar detalles dudosos y, sobre todo, fabricar una coherencia que no existe en la vida real. Y, por supuesto, ha de tener el valor y la lucidez necesarios para aceptar su propia subjetividad. Las historias crecen y se transforman cada vez que se cuentan o se escriben, pero el texto original, el primero, posee una luz característica: la luz de la creación. Por eso me parece admirable el relato que generalmente atribuimos a alguien llamado Marcos, de quien sólo conocemos lo que escribió. No hablo del evangelio de Marcos como creyente, porque no lo soy, sino como devoto admirador de su breve obra literaria. Recomiendo la lectura del relato de Marcos porque, aunque estilísticamente tosca, es dinámica, abunda en intriga y misterios, contiene presencias diabólicas y exorcismos, y concluye de forma desconcertante. El llamado Marcos creó una historia (desconocemos los hechos reales, sólo sabemos lo que él nos cuenta) sobre la que se construyó gran parte de la cultura occidental. Entre los evangelios, es el único que habla de alguien que parece un hombre real y de su tiempo.


miércoles, 22 de abril de 2015

Iniciativas que salvan



Como todos los años la Comunidad de Sant’Egidio publica la Guía “Dónde dormir, comer y lavarse en Madrid”. Esta guía quiere ser una brújula para todos los que se encuentran en situaciones de dificultad en Madrid, así como una orientación para todo el que desea ayudar. 



Ideas como estás son importantes para asegurar la dignidad humana de los que están en situación social de exclusión. Poco a poco van apareciendo iniciativas similares en otras ciudades de España, como Centro de Higiene de la Obra Social María Milagrosa de Valladolid:



En Ávila, ¿podemos pensar en como dar respuesta a las necesidades más básicas de los excluidos sociales? Ya está casi en marcha el economato social desde Cáritas Diocesana, los Despachos de Acogida de cada parroquia están prestando la primera intervención y está el albergue-comedor que cuídan las Hijas de la Caridad; pero ¿podemos hacer más?

El secreto más profundo del amor (Viernes de la 3ª Semana)


Mi carne es verdadera comida y mi sangre, verdadera bebida
(Juan 6, 52-58)

Todo lo que Jesús nos ha venido diciendo estos días anteriores se puede resumir en esta revelación suya: Yo soy el pan de vida. Es decir, su persona misma, sus palabras y sus obras son nuestro verdadero alimento. Cuando Jesús se llamaba a sí mismo pan, pan de vida, es obvio que estaba utilizando una metáfora. Pero hoy ha cambiado de registro. Hoy nos ha hablado de comer su carne y beber su sangre, y hemos entendido que nos estaba hablando del sacramento de la Eucaristía.

Algunos de los allí presentes no entendieron bien estas palabras, porque se decían: ¿Cómo puede éste damos a comer su carne? Estaban empleando la palabra carne en un sentido muy distinto del que le daba Jesús. A veces nosotros también las entendemos de una manera excesivamente material. El cuerpo de Jesús que recibimos en la Eucaristía no es su cuerpo mortal. Es su cuerpo resucitado, que, como dice san Pablo, es un cuerpo espiritual, un cuerpo que ya no está sometido a las leyes del espacio y del tiempo ni a la ley de la muerte. El efecto de la comunión ha de ser, como dice Jesús, que nosotros vivamos en Él y Él en nosotros.

martes, 21 de abril de 2015

Je suis 700 Lampedusa


Señor, en este mundo nuestro
en el que cada día quedamos perplejos de lo que ocurre,
de la cantidad de seres humanos que huyen de la miseria
y encuentran la muerte intentando alcanzar tierras prometidas;
en este mundo nuestro en el que las personas confunden realidad y ficción,
en el que el respeto por lo otro y los otros
es cada vez más un lujo encontrarlo;
en este mundo nuestro
en el que tan pocos son todo y tantos son nadie,
¿qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti?

Señor, hoy te digo que me gustaría ser capaz
de apreciar tus signos, ser capaz de interpretar
lo que dices y dónde te dices y manifiestas,
ser capaz de verte en cada persona,
acontecimiento y circunstancia,
ser capaz de intuir tu presencia
y de hacerte presente allí donde esté y te necesiten.

Señor, mi oración de hoy es para pedirte
que sea capaz de ver tus signos,
que reconozco que en muchas ocasiones creo sólo si veo,
que algunas cosas de la vida me cansan y entristecen,
y que necesito no perder la esperanza,
mantener la fe y practicar más la caridad
que humaniza y dignifica.

Señor, como te decía la gente en otro tiempo,
hoy me uno a su pregunta y te digo:
¿qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti?
Ya sé que la respuesta eres tú mismo.
Por favor, hazte el encontradizo. Así sea

En las duras y en las maduras (Jueves de la 3ª Semana)


Serán todos enseñados por Dios
(Juan 6, 44-51)

Jesús nos recuerda hoy esta promesa anunciada por el profeta Isaías. El mismo Jesús la repetirá en la larga sobremesa de la Última Cena: El Espíritu Santo os recordará todo lo que yo os he enseñado. Ambas promesas son para todos sus discípulos, para cuantos quieren alimentarse de la palabra viva de Dios dirigida personalmente a cada uno de nosotros. Dios busca esta relación directa con cada uno de sus hijos y nos invita a entrar en esta relación. Es lo que la tradición cristiana ha conocido con el nombre de relación mística, porque depende enteramente de la iniciativa de Dios. La mística no consiste en fenómenos extraordinarios ni está reservada a unas pocas personas. Es sencillamente esta relación personal con Dios desde la fe.

Hoy, cuando nuestro entorno nos ayuda muy poco a mantenernos fieles a nuestra vocación cristiana, esta escucha directa de la Palabra de Dios en nuestro corazón es más necesaria que nunca.  El evangelio de hoy, sin ponernos una venda en los ojos, nos invita a vivir con él la simplicidad evangélica, con alegría y junto al Maestro, para que nada ni nadie tumben la certeza de nuestra fe. Recordemos y valoremos a aquellos que con tenacidad se han mantenido fieles a Jesús en las duras y en las maduras. Pidamos la fe. No la que busca tan solo evitar conflictos y dificultades, sino la que, entre persecuciones, combates y pruebas, se mantiene junto a Jesús, Camino, Verdad y Vida. ¡Esto solo se aprende en el horno del fuego! Jesús es un incendio. No aspiremos a conseguir un corazón ignífugo.

domingo, 19 de abril de 2015

Si amas (quieres) puedes (Miércoles de la 3ª Semana)


Todo el que vea al Hijo y crea en Él, tendrá vida eterna
(Juan 6, 35-40)

El que viene a mí no pasará hambre, dice Jesús. El ser humano tiene un hambre insaciable. La razón de esta hambre la explicó muy bien san Agustín: Señor, nos hiciste para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti. Dios nos ha dado una capacidad infinita que no se puede llenar con ninguna realidad creada, una capacidad que sólo Dios puede llenar.

Ya desde ahora podemos irnos llenando de Dios porque ya desde ahora nos hace posible el poder participar de su vida eterna, como nos lo revela hoy el Señor: Ésta es la voluntad de mi Padre: que todo el que cree en el Hijo tenga vida eterna. Estamos hechos para vivir, desde ahora, de esta vida eterna. Cuando no vivimos de esta vida, fácilmente caemos en alguna adicción que, en lugar de saciamos, nos da cada vez más hambre y más sed. Los psicólogos dicen que en nuestra sociedad son cada vez más numerosas las adicciones. Son los ídolos que, en vez de dar vida, la quitan y causan muchas víctimas.

Tenemos que cambiar los esquemas, dejarnos sorprender por lo que sucede en nuestra vida, y dejar que sea Dios el que dirija nuestros pasos. La primera comunidad tuvo que dejarlo todo, salir de casa y comenzar a caminar. Y allá por donde pasaban, adaptarse a lo que iban viendo, sin perder sus raíces. Su trabajo les costó y algún que otro disgusto, pero cuando uno tiene buena voluntad y está bien orientado es posible. Busca tus referencias, encuentra la estrella polar que brilla en nuestro firmamento, Cristo, y, mirándole a Él, lánzate a vivir con alegría, con confianza, con fe. No es voluntarismo: si amas (quieres) puedes.

sábado, 18 de abril de 2015

Solo muere lo que olvidas (Martes de la 3ª Semana)


Yo soy el pan de vida
(Juan 6, 30-35)

La religiosidad de los interlocutores de Jesús había quedado anclada en Moisés, que, al fin y al cabo, no fue más que un intermediario entre Dios y los seres humanos. Jesús les invita a mirar más arriba, les invita a comprender que la religión es, ante todo y sobre todo, relación directa con Dios, relación con el Padre, fuente de toda vida y de todo bien. El verdadero dador del maná en el desierto no fue Moisés sino el Padre, mi Padre, dice Jesús.

El maná no fue más que un anuncio del pan verdadero que Dios daría más tarde a toda la humanidad. Yo soy el pan de vida, les dice y nos dice a nosotros Jesús. La fe tiene que trasladarse de un mero objeto, el pan o el maná, a una persona. El pan que tiene que alimentar nuestras vidas es la persona de Jesús. Su persona, es decir, su manera de ser, su estilo de vida, lo que Él nos dijo y lo que Él hizo. Jesús nos invita a que vayamos a Él, es decir, nos invita a tener una relación personal con Él, a escucharle, a apoyamos en Él.

Y nos hace esta promesa: El que viene a mí no pasará hambre, el que cree en mí nunca pasará sed.

viernes, 17 de abril de 2015

El valor de los intentos


¿Cuántas veces tiene que caerse un niño hasta aprender a andar, o a montar en bicicleta? ¿Cuántas veces tiene que balbucear sonidos hasta que aprende a hablar y comunicarse?

Los intentos son necesarios, forman parte de nuestra vida. Sin ellos jamás podríamos haber alcanzado lo que somos hoy. Sin embargo, ¡Qué poco valor solemos darles! Como si no contáramos con ellos. Como si lo lógico fuera que las cosas salieran tal y cómo deseamos, a la primera, sin ningún esfuerzo.

La cultura del “aquí, ahora, ya” nos lleva a vivir como frustración lo que la vida nos pone por delante una y otra vez: que cada cosa requiere su tiempo, su esfuerzo, su espacio, su lugar…

Vivir desde la lógica de la inmediatez, de los resultados fáciles y rápidos, de la comodidad… es vivir al margen de la realidad. Es no ser capaces de valorar el trabajo, el esfuerzo, que hay detrás de cada cosa. Nos hace vivir, en cierto modo, descorazonados. Al fin y al cabo, todo parece tan fácil, tan sencillo… que no hace falta poner mucho empeño por nuestra parte. 

Terminamos poniendo cada vez menos corazón, menos ilusión, menos ganas en aquello en lo que andamos. A la mínima contrariedad, abandonamos. ¿Cuánta alma estábamos entregando entonces? Y cuando nos decidimos a poner corazón en el asunto, a ponerle ganas, a arriesgar de verdad, fácilmente nos encontramos con la frustración porque “no salió como esperaba”, “no lo conseguí”, “no llegué”, “no funciona”… ¿Dónde queda nuestra capacidad de permanecer en el intento, de apostar por aquello en lo que creemos, de resistir entregando dedicación, tiempo, esfuerzo, energías…?

En Jesús encontramos otra clave desde la que situarnos. Él nos invita a no dar nada por perdido, tampoco los intentos. Algunos de los personajes que aparecen en el Evangelio pueden ayudarnos a descubrir esta otra mirada, la de Jesús:

  • La viuda pobre (Lc 21,1-4). ¿Qué valor puede haber para esta mujer estas monedas? ¿Cuánto trabajo le ha supuesto conseguirlas? ¿Cuántas esperanzas puede albergar en ellas? Vivir en el intento es tener claro donde dejarnos la vida: nuestro tiempo, esfuerzo, dedicación, energías… ¿A dónde lo llevamos? ¿Dónde nos lleva?
  • Un niño con 5 panes y 2 peces (Jn 6, 1-15). ¿Qué actitud hay de fondo en esta entrega? Si esperamos entregarnos solo cuando tenemos asegurado el resultado, nunca llegaremos a hacernos ofrenda, como este niño. Vivir en el intento es poner en juego todo lo que somos.
  • Una mujer insistente (Mt 15, 21-28). ¿Cuánto está arriesgando esta mujer con su insistencia? ¿Cuánto valor, cuánta fe, fue capaz Jesús de reconocer en este gesto, para que le llevara a cambiar de parecer?

La vida del mismo Jesús está llena de actitudes como estas desde su nacimiento. ¿A cuántas puertas tuvieron que llamar María y José hasta encontrar el pesebre? ¿Cuántas cosas tuvo que aprender Jesús niño, como cualquier otro niño de su tiempo? ¿Cuánto le llevó aprender el oficio de carpintero o conocer las Escrituras? ¿Cuánto le supuso decidirse a emprender su misión, dejando su casa, su pueblo, sus espacios y gentes conocidas? ¿Cuánta dedicación entregó a sus discípulos, creando vínculos, lazos profundos de una amistad inquebrantable? ¿Con cuánto amor se entregó hasta la muerte por apostar en aquello en lo que creía profundamente? Sí, toda la vida de Jesús nos habla de un vivir constantemente en el intento, apostando el corazón y la vida, con una fidelidad creativa y esperanzada. Incluso los textos sobre la resurrección nos hablan también de este amor, entregado con toda su densidad en cada intento. ¿Cuánta paciencia tuvo que tener aquel extraño compañero de camino para hacer entender las Escrituras a los de Emaús? ¿Cuántas veces tuvo que ayudar a sus discípulos a “recordar” su experiencia primera de encuentro? María al pronunciar su nombre, Pedro en el lago, otros al partir el pan.

Es tiempo de dejarse alentar por el Espíritu del Resucitado. Es tiempo de “recordar” (traer al corazón) también nosotros esas verdades profundas que nos impulsan a creer en la vida, saber que en el fondo merece la pena poner corazón, entregarnos en cada intento, viviendo a fondo cada día.

Oración

Señor, en esta mañana
te pido que hagas de mí pan que se parte,
que se multiplica, que llega a todos,
que sacie todas las hambres
y las hambrunas de aquellos con los que comparto vida y milagros,
especialmente de los que no tienen ni qué comer,
ni dónde trabajar, ni nadie que les quiera
y se siente con ellos a compartir un pedazo de pan.

Señor, te pido que me hagas confiado.
Que cuando mire lo que tengo
y lo que hay vea lo que tú puedes hacer con ello
aunque a mí me parezca que es ridículo,
escaso e imposible dar de comer
a muchos con lo que yo tengo.

Señor, que coja mi vida entre las manos,
dé gracias por ella,
por los infinitos dones que has puesto en mí
y sea capaz de repartirlos a los que me encuentre por el camino.
Que experimente el increíble milagro
de ver cómo sólo lo que se pone en juego
se multiplica y acaba llegando a todos.

Que experimente que sólo en el servir
es posible verte con claridad y hablar de ti
sin pronunciar palabra alguna.

Que con lo que soy y tengo
sacie el hambre de cuantos hambre tengan. Así sea

Regalos aún mejores (Lunes de la 3ª Semana)


Trabajad no por el alimento que perece, sino por el que perdura
(Juan 6, 22-29)

La muchedumbre entusiasta busca a Jesús a ambas orillas del lago, hasta que dan con Él. Jesús no se siente halagado en absoluto al verse de nuevo rodeado por la multitud, porque no es eso lo que Él busca. Sabe que ese entusiasmo es muy ambiguo, que puede durar muy poco, y probablemente les va a ser de muy poca ayuda para sus vidas. De ahí que la acogida de Jesús sea un tanto fría, para despertarles del engaño en que están a punto de caer. Y se lo dice abiertamente: Me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Lo importante no era la comida, no era el signo, sino lo que el signo anunciaba.

¿Qué anunciaba aquel signo? Anunciaba que se encontraban ante el enviado por Dios para saciar las aspiraciones más profundas del corazón humano. Ante este signo, la respuesta que Dios espera de nosotros es la fe. La fe abre nuestro corazón a regalos aún mejores que Dios quiere concedernos, no una sola vez en la vida, sino todos los días de nuestra vida. Eso era lo que aquella multitud no acababa de comprender.

miércoles, 15 de abril de 2015

Libertad+vida=obras (Domingo de la 3ª Semana)


En su nombre se predicará la enmienda y el perdón de los pecados a todas las naciones
(Lucas 24, 35-48)

El texto de Lucas es paralelo al de Juan que leíamos el domingo anterior. Es interesante subrayar tal paralelismo: Comprobamos por tanto que los relatos de la Resurrección, tan diferentes en sus detalles y en la localización geográfica transmiten el mismo mensaje: el testimonio de Jesús vivo y la misión confiada a los testigos.

En Lucas Jesús se presenta en medio de ellos, y les da el saludo de paz. Les da señales evidentes de que es él mismo, mostrando sus llagas y hasta comiendo con ellos. Abre su inteligencia para que entiendan las Escrituras y puedan superar su mesianismo triunfante y creer en él. Y les confía la misión, y el anuncio del perdón por todo el mundo.

Sin embargo, merece la pena reparar en la carta de Juan y la moraleja del discurso de Pedro porque evocan un tema fundamental: la presencia del Espíritu se muestra en la presencia del bien, de las obras. Jesús desenmascara el culto por el culto. El culto son las obras. El sacrificio es la entrega de la vida. Agradar a Dios no es cumplir ritos sino comportarse como Él quiere.

Pero esto no es solo un cumplir mandamientos sino manifestación del Espíritu. En Jesús está actuando El Espíritu. Por eso cura, atiende a pecadores, predica. La verdad y el bien actúan en Jesús porque en Él actúa El Espíritu. No puede por menos que curar, ayudar, compadecerse....

Y así, vemos en Él al Padre. No precisamente porque manifiesta poderes sino porque manifiesta amor, cuidado por el hombre. Por eso es Jesús revelación de Dios. Y esa es, exactamente, la Misión, nuestra misión, la misión de la iglesia: convertirse, dejarse llenar del Espíritu de Jesús, y obrar luego, como presencia del bien, de la curación, del interés por todos y cada uno de los hijos.

Todo cristiano, el que está lleno del Espíritu de Jesús, actúa siempre curando, trabajando por el bien, trabajando contra el mal en todas las obras de su vida. Y en él, en su honradez, su preocupación por los que le rodean, su trabajo por evitar males, se hace visible el Espíritu de Jesús. Eso será motivo de fe para todos: ¡En el Dios de estas personas se puede creer!


J. E. Galarreta

Ya nunca estaremos solos (Sábado de la 2ª Semana)


Soy yo, no temáis
(Juan 6,16-21)

Tras la multiplicación de los panes, la multitud quiso llevarse consigo a Jesús para proclamarlo rey. Pero Jesús se retiró a la montaña, Él solo. Solo, sin ningún apoyo en el poder, como vive la casi totalidad de las personas.

Mientras tanto, los discípulos atraviesan el lago. Están en medio de la oscuridad de una noche tempestuosa y en medio de las olas. Ellos también se encuentran solos. Más bien, eso es lo que se imaginan. Porque, durante la travesía, el Señor se acerca a la barca. Soy yo, no temáis.

Como Jesús, tampoco sus discípulos podrán apoyarse en ningún poder político. Su Mesías no se lo ha enseñado ni con sus palabras ni con su ejemplo. En cambio sí les ha dejado una promesa que vale mucho más que cualquier poder temporal: Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo. Es el mensaje que nos quiere recordar este pasaje que acabamos de escuchar, leído en el tiempo de Pascua. Al empezar cada día, en la calma o en medio de la tempestad, recordemos siempre que el Señor resucitado está con nosotros. Éste es el sentido profundo de la Eucaristía que ahora celebramos.

La multiplicación del compartir (Viernes de la 2ª Semana)


Jesús tomó el pan; dando gracias, lo partió
(Juan 6,1-15)

Jesús sólo tiene cinco panes y dos peces para cinco mil personas. En una situación parecida, nosotros hubiéramos empezado por desesperarnos o protestar. Jesús empieza dando gracias a Dios, en primer lugar por lo que ya tiene y, después, por lo que está seguro de que el Padre le va a dar.

De la misma manera empezó en la Última Cena: tomó el pan, dando gracias lo partió y lo dio a sus discípulos. Allí dio gracias por el pan que tenía en sus manos, pero sobre todo por su propia entrega, que llevó a cabo por voluntad del Padre. El Padre deseaba que la entrega de su Hijo llegara a todos los hombres y mujeres y fuera vivida y recordada por todos ellos. Haced esto en memoria mía. Y el pan de la Última Cena se multiplicó en todos los tiempos y en todas las latitudes. Lo que Cristo instituyó aquel día fue un sacrificio de acción de gracias, como se decía en el Antiguo Testamento, o una Eucaristía, como decimos los cristianos. Así, pues, demos gracias al Padre por el amor que nos ha manifestado entregándonos a su Hijo.