Parroquia La Milagrosa (Ávila)

lunes, 9 de marzo de 2015

Entrega sin límites (Viernes de la 3ª Semana)


El Señor nuestro Dios es el único Señor, y le amarás
(Marcos 12, 28b-34)

Aquel letrado había comprendido que todo lo que Dios espera de nosotros es el cumplimiento de este único mandamiento con dos caras: amar a Dios y amar al prójimo. Jesús se llenó de alegría al ver que el letrado lo había comprendido perfectamente. No estás lejos del reino de Dios, le contestó. En la práctica, amar a Dios consiste en dejarse amar por Él, como Jesús se dejaba amar por el Padre y escuchaba con espíritu filial aquellas palabras: Éste es mi Hijo querido. Cuando tengamos el corazón lleno del amor del Padre, entonces podremos dar un poco de ese amor a nuestros prójimos. Porque nadie da lo que no tiene. Y no tendremos amor si no lo recibimos primero de Aquél que es la fuente de todo amor verdadero.

Tanto en el judaísmo como en el cristianismo, a veces nos hemos olvidado del Mandamiento de Dios, y nos hemos inventado toda clase de obligaciones y de devociones. Pero la ley evangélica se reduce a este único mandamiento. Y la vida de Jesús se redujo (es una manera de decir) a esta única fidelidad: al amor del Padre y al amor de sus hermanos y hermanas. Pidamos a Jesús que nunca nos olvidemos de esto, que es lo único necesario.

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