Parroquia La Milagrosa (Ávila)

domingo, 15 de marzo de 2015

Encarnación diminutiva (Martes de la 4ª Semana)


Señor, no tengo a nadie
(Juan 5,1-3.5-16)

El paralítico curado por Jesús no tenía a nadie que le metiera en la piscina. No podía valerse por sí mismo ni tampoco podía contar con nadie para salir de su postración y de su soledad. De vez en cuando la prensa nos recuerda que situaciones parecidas se dan entre nosotros: muchos ancianos viven e incluso mueren en la más absoluta soledad. Hay hermanos nuestros cristianos que trabajan para que situaciones tan inhumanas no se repitan en nuestra comunidad cristiana. Porque no cabe la menor duda de que este grave problema nos afecta a nosotros, los cristianos. Una parte de estos enfermos y ancianos abandonados son miembros de nuestra comunidad cristiana. Y los que no lo son conviven con nosotros en una misma sociedad.

Jesús realiza el milagro de la curación de este paralítico, lo mismo que otras muchas curaciones, precisamente en el día sagrado del sábado. Con ello nos dice claramente que ayudar a los enfermos y abandonados es la mejor manera de dar culto a Dios y de practicar la religión que Dios quiere. Nosotros, los que seguimos a Jesús sabemos que él se identifica con nosotros, especialmente con los que sufre (Mt 25) y como repetía san Vicente de Paúl constantemente servir a los pobres es servir a Dios, de tal manera que dejar de atender a nuestros hermanos más necesitados por hacer oración o celebrar la Eucaristías era dejar a Dios por Dios y viceversa.

Sin embargo, nuestra acción no nace solo de un deber ético, si no que debe brotar del amor fraternal a la familia humana porque, como ya hemos comentado en otras ocasiones, Dios nos creó hermanos y desde que Cristo entregó la vida para nuestra salvación, cada uno de nosotros somos una encarnación diminutiva. Y los que no conocen a Jesús como "El Hijo", tal como le pasa al paralítico del Evangelio, no pueden eludir la responsabilidad humana, por solidaridad de género, de acercarse a los más frágiles (me ha hablado) y ayudarles (me ha curado).

Hombre quisiste hacerme, no desnuda 
inmaterialidad de pensamiento.
Soy una encarnación diminutiva;
el arte, resplandor que toma cuerpo:
la palabra es la carne de la idea:
¡encarnación es todo el universo!
¡Y el que puso esta ley en nuestra nada
hizo carne su verbo!
Así: tangible, humano, fraterno.
(Del himno de Laudes)

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